Viajar en bici es perder la noción del tiempo y tener claro que mojarse, cansarse, desviarse e improvisar también forma parte del encanto.
Es pedalear contra el viento y pensar que puedes con todo.
Es entrar en ese estado de flow y complicidad con tu compañera de ruta, donde el silencio dice: “qué suerte estar aquí”.
Es imaginar que cada bocinazo de los carros es una ovación al esfuerzo… y no una invitación a salirte de la carretera. 😆
Es aprovechar cada oportunidad para ver, saborear y vivir intensamente el camino.
Y si además estás en Italia, la experiencia se multiplica: cada ciudad parece esconder un Patrimonio de la Humanidad, y la comida es un viaje en sí misma.
Etapa 1: Roma–Ronciglione
Comenzamos la aventura con una foto fallida en la Fontana di Trevi: una hora perdida y ni rastro del agua en la foto. El viento y el tráfico de la Vía Cassia no dieron tregua, pero al final del día, una sopa de broccolo romanesco con mucho pecorino y unos gnocchi con funghi en Ronciglione salvaron la jornada.
Etapa 2: Ronciglione–Orvieto
Otro día ventoso, bordeando el Lago di Vico que hasta olas tenía. Pasamos por Viterbo para almorzar, hicimos parada técnica para cambiar calas y seguimos por tramos de la Via Francigena, una antigua ruta de peregrinación medieval que unía Canterbury con Roma. El paisaje rural y los senderos de tierra nos llevaron hasta Orvieto, cuyo Duomo gótico nos dejó sin palabras. La cena, una sopa de garbanzos y castañas y un buen plato de pasta, fue el cierre perfecto. Las bicis durmieron dentro de una capilla, el hotel de carácter religioso, ofrecía estacionamiento de lujo para ciclistas devotos.🙃
Etapa 3: Orvieto–Città di Castello
Día impecable: sol, sin viento y muchas ganas de pedalear. Subida al Monte Peglio, bajada entre viñedos hasta Perugia, con su centro histórico monumental y aire de gran ciudad. Luego continuamos por caminos de montaña y antiguas cavas de piedra hasta Città di Castello, una pequeña joya de Umbría con murallas renacentistas, calles empedradas y un ritmo pausado. Terminamos con una cena en la trattoria local: ribollita (una sopa toscana espesa hecha con pan, habichuelas y vegetales), y un buen plato de pasta, servidas como reinas.
Etapa 4: Città di Castello – Urbino
Lluvia, viento y dos intentos fallidos antes de lanzarnos a cruzar los Apeninos por Bocca Serriola. Pedalear bajo la lluvia nos hizo sentir las rockstars del camino. 🤣 Llegamos empapadas y felices a Urbino, una joya renacentista colgada entre las colinas.
Etapa 5: Urbino – Rimini
Últimas colinas, últimos castillos, y de pronto: el mar Adriático frente a nosotras. El viaje culminó con una piadina de Rimini (queso squaquerone, anchoas y lechuga), una cerveza fría y esa sensación única de haber cruzado Italia de lado a lado, del corazón del país hasta el mar, solo con el poder de las piernas y el corazón.