Desde los años 80, la obesidad ha aumentado de forma alarmante, en gran parte debido a la proliferación y omnipresencia de productos ultraprocesados con exceso de azúcares, grasas trans y aditivos diseñados para estimular el consumo compulsivo. Este fenómeno, impulsado por la industria alimentaria, ha contribuido a una crisis de salud pública global. Irónicamente, mientras una industria ha favorecido este problema, otra —la farmacéutica— ahora ofrece una solución con medicamentos como los agonistas del GLP-1 (Ozempic, Wegovy), diseñados para reducir el apetito y mejorar la regulación metabólica. En otras palabras, el sistema nos lleva primero a comprar la enfermedad y luego a comprar la cura.

Así que, antes de exaltar las virtudes de estos fármacos, es fundamental señalar que lo ideal sería ir a la raíz del problema: que las políticas de salud pública priorizaran la regulación de estos productos alimentarios y fomentaran una alimentación saludable desde la base. Sin embargo, dado que esto no se ha gestionado y no parece una prioridad en la agenda política, muchas personas recurren y recurrirán a estas nuevas herramientas farmacológicas para el control del peso y la salud metabólica. Han llegado para quedarse, pero su efectividad no depende solo de su consumo. Para maximizar sus beneficios y minimizar riesgos, deben integrarse en un enfoque más amplio que incluya cambios en la alimentación, ejercicio, gestión emocional y un entorno que favorezca hábitos sostenibles.

Alimentación adecuada: calidad sobre cantidad

Estos fármacos reducen el apetito y ralentizan el vaciamiento gástrico, lo que deriva en una ingesta calórica más baja. No obstante, la clave no es simplemente comer menos, sino comer mejor.

  • Proteína suficiente: Es crucial consumir suficiente proteína (1.2-1.6 g/kg de peso corporal al día) para evitar la pérdida de masa muscular.
  • Grasas saludables: Incorporar ácidos grasos esenciales provenientes de frutos secos, aguacate, aceite de oliva y pescados grasos favorece la salud cardiovascular.
  • Fibra y micronutrientes: Frutas, vegetales y cereales integrales son clave para evitar el estreñimiento, un efecto secundario frecuente de estos fármacos.
  • Hidratación: Beber suficiente agua previene la deshidratación y el riesgo de cálculos renales.

Importancia del ejercicio de fuerza para proteger la masa muscular

Uno de los principales riesgos de la pérdida de peso acelerada inducida por estos medicamentos es la reducción de masa muscular. Para minimizar este efecto es fundamental:

  • Incorporar entrenamiento de fuerza: levantamiento de pesas, ejercicios con bandas elásticas o entrenamiento funcional que ayude a preservar la musculatura y mejorar la composición corporal.
  • Frecuencia recomendada: Se recomienda entrenar al menos 2-3 veces por semana con ejercicios de cuerpo completo y progresión en la carga.
  • Actividades aeróbicas: Caminar, nadar o pedalear de forma moderada contribuye a mejorar la salud metabólica sin comprometer la musculatura.

La relación emocional con la comida y el impacto psicológico

Para muchas personas, la comida y la bebida no solo cumplen una función nutricional, sino que también actúan como refugio emocional. Estrés, ansiedad, tristeza o aburrimiento pueden llevar a comer en exceso o recurrir a alimentos ultraprocesados como mecanismo de afrontamiento.

El uso de agonistas del GLP-1 puede modificar la relación con la comida al reducir el hambre, pero no necesariamente aborda el componente emocional detrás de ciertos hábitos alimenticios. Por ello, es recomendable:

  • Psicoterapia o acompañamiento emocional: Trabajar con un profesional de la salud mental puede ayudar a identificar y manejar patrones emocionales relacionados con la alimentación.
  • Estrategias de afrontamiento alternativas: Meditación, escritura, ejercicio, arte o actividades sociales pueden ser herramientas efectivas para gestionar el estrés sin recurrir a la comida.
  • Mindful eating: Practicar la alimentación consciente, prestando atención a las señales de hambre y saciedad, y disfrutando de cada bocado sin distracciones.

Optimización del entorno: evitar los desencadenantes y hábitos perjudiciales

El entorno juega un papel crucial en la alimentación y el estilo de vida. Identificar y modificar ciertos factores puede marcar una gran diferencia:

  • Patrones y lugares desencadenantes: Evitar situaciones que fomenten el consumo impulsivo, como ir a comer a restaurantes con opciones poco saludables o de tipo buffet.
  • Personas y dinámicas sociales: En ocasiones, el entorno social puede influir negativamente en la relación con la comida. Aprender a establecer límites y comunicar objetivos de salud puede ser clave.
  • Revisión del hogar y lugar de trabajo: Mantener opciones saludables a la vista y reducir la disponibilidad de alimentos ultraprocesados puede facilitar la adherencia a un estilo de vida equilibrado. No hay porqué llevar el enemigo a casa.

Supervisión médica y control de efectos secundarios

Estos fármacos, aunque efectivos, no están exentos de riesgos. Entre los efectos adversos más comunes se encuentran náuseas, vómitos, gastroparesia, problemas renales y presión arterial baja. Para minimizarlos:

  • Monitoreo regular: Realizar controles médicos periódicos para evaluar la función renal, la hidratación y la salud digestiva.

  • Escuchar al cuerpo: Si aparecen síntomas persistentes, es fundamental consultar con un profesional de la salud para ajustar la estrategia.

En conclusión, el uso de agonistas de GLP-1, como semaglutida (Ozempic, Wegovy), es una herramienta valiosa, pero no sustituye la necesidad de construir un entorno alimentario que promueva hábitos saludables. Una alimentación equilibrada, un programa adecuado de entrenamiento de fuerza y un seguimiento médico riguroso son claves para maximizar los beneficios del tratamiento y minimizar riesgos. La pérdida de peso debe ser un proceso sostenible y enfocado en la mejora integral de la salud, más allá del número en la balanza.