Es un honor haber tenido la oportunidad de ofrecer una conferencia sobre la adicción al azúcar y los ultraprocesados en el prestigioso Congreso de la Academia de Nutrición y Dietética de Puerto Rico.
Como dietista, es crucial abordar este tema tan relevante y contribuir al conocimiento sobre cómo el consumo excesivo de azúcar y productos alimentarios ultraprocesados afecta nuestra relación con la comida y la salud. Estoy agradecida por la oportunidad de compartir mi experiencia y conocimientos con otros tantos colegas en este evento.
El incremento en la disponibilidad y consumo de alimentos altamente procesados en los últimos años ha contribuido al aumento de la sospecha de que las personas pueden volverse adictas a la comida. La evaluación y cuantificación de la adicción a los alimentos es un campo complejo en constante evolución dentro de la comunidad científica. Si bien el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) formalmente reconoce la adicción a sustancias, la adicción a los alimentos aún no ha alcanzado ese estatus (APA, 2013). A pesar de la falta de consenso en su definición y medición, los investigadores han desarrollado una variedad de herramientas y cuestionarios para evaluar cómo las personas se relacionan con los alimentos y su posible adicción a estos.
Actualmente el método más utilizado es la Escala de Adicción a la Comida (YFAS), que fue desarrollada por un grupo de investigadores y colaboradores de la Universidad de Yale (Gearhardt et al., 2009). Este cuestionario autoinformado se basa en los criterios de dependencia a sustancias, como la abstinencia, la tolerancia, el uso continuado a pesar de los problemas derivados y la vulnerabilidad en actividades sociales.
Algunas suposiciones explican el uso del término ‘adicción’ al referirse a ciertos alimentos, especialmente aquellos que poseen un sabor dulce o combinan este sabor con grasas, ya que estimulan partes del cerebro asociadas con las drogas de abuso. Esto se evidencia en la posibilidad de que las personas desarrollen comportamientos que imitan los patrones observados en trastornos por el uso de sustancias, como los atracones (Lee et al., 2013). No obstante, la Asociación Psiquiátrica Americana destaca que la neurobiología del atracón y la de la adicción a drogas no es idéntica (Greenberg et al., 2021), a pesar de las similitudes entre los trastornos alimentarios y el abuso de drogas y la evidencia de la participación de los circuitos de recompensa cerebral en ambas condiciones.
La suposición de que un macronutriente particular (como el azúcar) provoque más atracones de comida y aumento de peso en comparación con otras fuentes de alimentos no está respaldada por evidencia abundante de revisiones sistemáticas y metaanálisis de ensayos dietéticos controlados en humanos (Benton, 2010). Lo que sí se ha observado es que el consumo crónico de alimentos hiperpalatables produce neuroadaptaciones dentro de las vías de recompensa de la dopamina mesolímbica (Avena et al., 2008), lo que conduce a alteraciones neuroquímicas y conductuales que reflejan los patrones compulsivos observados en la adicción a las drogas (Murray et al., 2014).
Como menciona (Markus et al., 2017), pareciera que la sinergía entre los diferentes ingredientes alimentarios, en lugar de un macronutriente particular, es lo que deriva en esta conducta adictiva. Por otra parte, es crucial valorar todo lo que se experimenta a través de estos productos alimentarios, ya que no se limita solo al alimento en sí, sino también al entorno en el que se vive, incluyendo las estrategias de marketing empleadas por la industria alimentaria.
Comparar lo adictivo de las drogas con la comida puede ayudar a entender por qué la gente consume una gran cantidad de ultraprocesados. Cuando se identifica una sustancia como adictiva, suele cambiar la percepción pública y aumentar el apoyo a políticas para reducir sus efectos negativos. Por ejemplo, el reconocimiento de la nicotina como una sustancia adictiva por parte del Departamento de Salud de los EE.UU en 1988 marcó un punto de inflexión en la percepción pública y las políticas relacionadas con su consumo.
En conclusión, es evidente que simplemente instar a las personas a reducir su consumo de azúcar no constituye una estrategia efectiva por sí sola. Es esencial continuar investigando esta conducta alimentaria para identificar nuevos factores de riesgo y protección. Esto fortalecerá los programas preventivos en todos los niveles, lo que a su vez requiere un compromiso activo por parte de la comunidad médica para promover cambios en la política pública.
Aquí puedes descargar el documento para ver mi reciente presentación: LaAdiccionAlAzucarAbril2024.pdf.
Referencias bibliográficas:
American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.)
Avena, N. M., Rada, P., & Hoebel, B. G. (2008). Evidence for sugar addiction: Behavioral and neurochemical effects of intermittent, excessive sugar intake. Neuroscience and Biobehavioral Reviews, 32(1), 20–39.
Benton, D. (2010). The plausibility of sugar addiction and its role in obesity and eating disorders. Clinical Nutrition, 29(3), 288-303
Gearhardt, A. N., Corbin, W. R., & Brownell, K. D. (2009). Preliminary validation of the Yale Food Addiction Scale. Appetite, 52, 430–436
Gearhardt, A. N., & DiFeliceantonio, A. G. (2023). Highly processed foods can be considered addictive substances based on established scientific criteria. Addiction, 118(4), 589-598
Greenberg, D., & St Peter, J. V. (2021). Sugars and Sweet Taste: Addictive or Rewarding? International Journal of Environmental Research and Public Health, 18(18), 9791.
Lee, N. M., Lucke, J., Hall, W. D., Meurk, C., Boyle, F. M., & Carter, A. (2013). Public views on food addiction and obesity: implications for policy and treatment. PLoS One, 8(9), e74836.
Markus, C. R., Rogers, P. J., Brouns, F., & Schepers, R. (2017). Eating dependence and weight gain; no human evidence for a ‘sugar-addiction’ model of overweight. Appetite, 114, 64-72.
Murray, S., Tulloch, A., Gold, M. S., & Avena, N. M. (2014). Hormonal and neural mechanisms of food reward, eating behaviour and obesity. Nature Reviews Endocrinology, 10(9), 540-552
Ruddock, H. K., Orwin, M., Boyland, E. J., Evans, E. H., & Hardman, C. A. (2019). Obesity Stigma: Is the ‘Food Addiction’ Label Feeding the Problem? Nutrients, 11(9)