Con el fin de controlar el peso corporal, las estrategias para ahorrar calorías se han extendido a lo largo de las últimas cinco décadas, especialmente en la población occidental, y la industria alimentaria ha creado un sinnúmero de productos que sustituyen los nutrientes temidos.
A finales del siglo pasado estaba muy de moda la Olestra. Una grasa sintética que no aporta calorías, colesterol ni se absorbe (hablo en presente porque sigue siendo legal en algunos países). Se desarrolló en los años 70 para sustituir a las grasas naturales y reducir su contenido en triglicéridos, colesterol y calorías. Estos alimentos ’no engordaban’ porque la Olestra no se absorbe y además forma una especie de capa en las paredes del tubo digestivo que lo impermeabilizan e impiden la absorción de nutrientes. Algo muy peligroso para la salud ya que no se absorben nutrientes y provoca numerosos problemas digestivos. Uno de ellos, la esteatorrea (presencia de grasa en las heces) lo que provocó que, los productos que llevaran este aditivo se convirtieran en el blanco de muchas bromas de mal gusto.
Pasaron los años y el foco se puso en los azúcares. La grasa dejó de ser una preocupación, enhorabuena, y la industria alimentaria, en su intento por ofrecer versiones más saludables de alimentos populares sin afectar su sabor dulce, buscó una nueva manera de engañar al paladar. Así fue cómo llegaron los edulcorantes artificiales. Algo que ha ido evolucionando muchísimo en los últimos años. Muchos recordarán su primogénita, la sacarina, que tuvo un gran auge, pero su sabor amargo no nos terminó de enganchar.
Los científicos trabajaron arduamente manipulando las moléculas de forma que los consumidores pudiéramos tener la sensación de disfrutar de alimentos dulces cuando en realidad se trataba de alimentos sin azúcar. ¿Y qué pasó? Pues comíamos helados de chocolate chips sugar free, merendábamos galletas de avena sugar free y nos atiborrábamos de bebidas dulces sin azúcar añadido. Mientras tanto, las tasas de sobrepeso y obesidad seguían aumentando. Y, mientras sigamos alimentándonos con productos, continuarán.
Edulcorantes artificiales
El alto consumo de azúcares libres se ha relacionado con el sobrepeso y la obesidad, que afecta a casi el 40 % de la población adulta mundial y a millones de niños. En respuesta, la Organización Mundial de la Salud ha emitido recomendaciones para reducir la ingesta de azúcares libres. Y con esto, ha aumentado el interés en la utilización de los edulcorantes artificiales para reducir la ingesta de azúcares. Por lo tanto, se consideró necesario revisar la evidencia de manera sistemática y emitir una guía de la OMS sobre el uso de estas alternativas.
Estas alternativas, también conocidas como sustitutos de azúcar, han sido objeto de varios estudios desde su aparición, ya que, si bien nos proporcionan un sabor dulce sin aportar calorías, su composición química podría no ser tan beneficiosa para la salud. Y con el fin de que los consumidores tomen decisiones más conscientes con relación a su dieta, la OMS ha emitido este mes de mayo una nueva directriz que advierte sobre los riesgos de los sustitutos del azúcar. ¡Aleluya!
La recomendación se aplica a todas las personas, excepto quienes padecen de diabetes. Se basa en los resultados de una revisión sistemática de la evidencia disponible, que sugiere que el uso de los edulcorantes artificiales no confiere ningún beneficio a largo plazo en la reducción de la grasa corporal en adultos o niños. Además, puede tener inconvenientes como el aumento del riesgo de diabetes, enfermedades cardiovasculares y mortalidad en adultos si no se cambian los hábitos de vida y alimentación.
En concreto, la OMS nos advierte que:
El hecho de que estos sustitutos de azúcar no contengan azúcar en su composición favorece que la industria alimentaria nos siga vendiendo porquería siempre y cuando esté etiquetada como “sin azúcar”.
Debemos reducir totalmente el sabor dulce de la dieta, desde una edad temprana, para mejorar la salud. Un paladar mal acostumbrado condena la salud del afectado.
El impacto de los distintos edulcorantes sobre cada uno de los receptores del dulce puede implicar una muy diversa respuesta fisiológica, ya que se trata de compuestos con una estructura química distinta. Todo esto puede vincularse con efectos diversos relacionados con la liberación de hormonas, alteraciones de la microbiota intestinal y respuestas neuronales relacionadas con la sensación hedónica, que activa el sistema de recompensa como respuesta a un alimento altamente sabroso, y de regulación de los ciclos de hambre y saciedad.
La recomendación es relevante para todos los edulcorantes no nutritivos sintéticos y naturales o modificados que no están clasificados como azúcares. Los más comunes incluyen acesulfamo K, aspartamo, advantamo, ciclamatos, neotamo, sacarina, sucralosa, stevia y derivados de stevia.
¿Significa eso que debes dejar de usarlos?
Sí, debes alejarte de ellos. Sobre todo, debes deshabituarte de la presencia omnipresente del sabor dulce y aprender a consumir alimentos con menos cantidad de azúcares libres. Es decir, menos ultraprocesados.
Referencia: Use of non-sugar sweeteners: WHO guideline