La hipertensión arterial sistémica es una de las enfermedades con mayor prevalencia en la población mundial, ya que aparece en el 30-45 % de los adultos.
Afecta a todos los sistemas del organismo humano, por lo que un control poco adecuado puede tener múltiples complicaciones clínicas.
La misma se origina por una combinación de factores genéticos y ambientales de los cuales la herencia constituye del 30 al 50 %. Osea, que para ese restante 50 a 70 % tienes mucho por hacer:
- En primer lugar se encuentran las estrategias dietéticas, que incluyen la dieta mediterránea y la dieta DASH (Dietary Approaches to Stop Hypertension) las cuales han demostrado disminución de eventos cardiovasculares mayores y descensos medibles de la presión arterial sistólica.
La dieta mediterránea está basada en comidas a base de vegetales con sólo pequeñas cantidades de carne de res y pollo. Incluye muchos granos enteros, frutas, vegetales frescos, nueces y legumbres. Como proteína animal prioriza el pescado y se prefiere el aceite de oliva como la fuente principal de grasa para preparar los alimentos.
La dieta DASH es baja en sal y alta en frutas, vegetales, granos integrales, lácteos bajos en grasas y proteínas magras
- El consumo de sodio siempre ha levantado bandera. La European Society of Cardiology (ESC) propone un consumo de sal no mayor de 5 g/día, es decir, lo equivalente a 2 g de sodio, mientras que la International Society of Hypertension (ISH) recomienda el consumir 4.7 g/día.
Cabe mencionar que el objetivo de las recomendaciones es evitar añadir sal a los alimentos, además de establecer estrategias sociales para disminuir o restringir su uso.
El consumo de alcohol se ha asociado con la aparición de desenlaces cardiovasculares adversos. Las recomendaciones actuales limitan su consumo a 14 unidades/semana en hombres y 8 unidades/semana en mujeres, teniendo en cuenta que 1 unidad es equivalente a ~4 onzas (125 ml) de vino o 8 onzas (250 ml) de cerveza.
En cuanto a otras bebidas, se resaltan los efectos benéficos del consumo del café y del té negro o verde, ya que se ha demostrado que pueden disminuir la tensión arterial, aunque de manera muy ligera.
Se desaconseja el consumo de bebidas azucaradas debido a su alto contenido en sodio y a su relación con la aparición de sobrepeso, obesidad, síndrome metabólico y diabetes mellitus.
En cuanto al sobrepeso y la obesidad se ha encontrado que un índice de masa corporal ≥ 25 kg/m2 aumenta el riesgo de elevación de la presión arterial en un 50%, además de tener una asociación con mayor mortalidad cardiovascular. Para reducir este riesgo se debe promover la pérdida de peso a través de modificaciones dietarias que sean sostenibles en el tiempo.
El peso no es lo único importante. También hay que evaluar dónde se almacena la grasa corporal. Para reducir el riesgo, lo ideal es mantener una circunferencia de cintura < 35 pulgadas (94 cm) en hombres y < 32 pulgadas (80 cm) en mujeres.
La actividad física aeróbica es una medicina natural. El ejercicio disminuye hasta 8.3 mmHg la tensión arterial sistólica y 5.2 mmHg la diastólica en pacientes con hipertensión arterial.
Se recomienda realizar al menos 30 minutos de actividad aeróbica de intensidad moderada durante 5 a 7 días a la semana, mientras que el aumentar la actividad física moderada a 300 minutos/semana o la actividad vigorosa a 150 minutos/semana pueden mejorar en mayor proporción los niveles de presión arterial.
Hay que alejarse del consumo de tabaco.
Algunos estudios sugieren que el sodio no es el principal condicionante de la presión arterial, sino que actúa en conexión con otros minerales. De hecho, el incremento en la presión arterial inducido por el sodio puede potenciarse por una baja ingesta de calcio, magnesio y potasio.
Las investigaciones realizadas han llevado a recomendar un incremento en la ingesta de potasio de hasta 4,700 mg/día para la prevención y control de la hipertensión. Para lograr este objetivo, la dieta DASH y la dieta mediterránea son ideales.