¿Mito o realidad?

“Tienes que esperar dos horas para hacer la digestión’”. Así me decían de pequeña y no recuerdo niño que se librara de esta regla. 

¿De verdad hay que esperar tanto tiempo después de comer para darse un chapuzón? Hay que ver el contexto. Si la comida ha sido ligera, se puede entrar al agua inmediatamente, pero si nos hemos comido un mofongo relleno con arroz mamposteao, igual conviene esperar algo más. Un cuerpo acalorado por el exceso de comida o por el ejercicio puede ocasionar un shock importante con un bajón en la presión arterial, mareo y hasta desvanecimiento.

Lo que sucede es que durante la digestión la sangre fluye en mayor cantidad hacia el aparato digestivo y menos en otras zonas del cuerpo. Lo mismo que ocurre cuando nos ejercitamos, la sangre va dirigida a los músculos. ¿Y cuál es el riesgo? Sucede que, al entrar en el agua, ocurre un cambio de temperatura que puede provocar un corte en la digestión, conocido como hidrocución. La diferencia térmica entre la piel y el agua es la causa principal. O sea, que si llevas mucho rato tomando el sol y te metes en el agua fría, más riesgo tienes de una hidrocución. 

“¿Cuánto falta”?  No hay porque someterse al castigo de la espera mientras nos achicharramos bajo el sol. Hay que tener un poco de juicio y meterse de poco en poco. Lo más importante para prevenir un episodio de hidrocución es meterse al agua con precaución. Podemos comenzar por darnos una ducha y mojarnos las muñecas, la nuca y la cabeza.

Y una cosita, recordemos que los niños nos imitan. No podemos dar unas órdenes de cómo se deben hacer las cosas y luego nosotros hacer otras. Como con los hábitos alimentarios, debemos enseñarles con el ejemplo.