Lo genes no explican la crisis de obesidad.

Está claro que nuestras características físicas varían considerablemente según los genes heredados de nuestros padres, incluido el peso. Ahora bien, lo que la ciencia ha demostrado es que los genes influyen en el peso hasta cierto punto. Más bien influyen significativamente en las probabilidades de aumentar de peso.

¿Y qué ha pasado?

Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de las personas de los países desarrollados han tenido acceso a una abundancia de comida. Pero no fue hasta los años setenta en Estados Unidos, y los años ochenta en muchos países de Europa, la prevalencia de la obesidad se disparó. Cambió de manera muy drástica como para ser explicada por un cambio genético. ¿Qué cambió? El ambiente.

Se desarrolló lo que ahora se conoce como un entorno obesogénico:

  • Repleto de productos alimentarios adictivos.
  • Un aumento a la exposición de disruptores endocrinos.
  • Menos actividad física.

¿Qué podemos hacer?

  1. Comer más comida real. El tipo de calorías que consumimos influye en el número que quemamos. Por ejemplo, los alimentos procesados son como alimentos predigeridos y parte del trabajo ya está hecho.  Al consumir la mantequilla de almendras invertimos menos energía que al comer la misma cantidad de almendras. ¿Lo ves? Esto es un ejemplo muy simple y con un producto saludable. Imagínate a grande escala.

  2.  Erradicar las harinas refinadas y los azúcares de la dieta. Nuestro consumo es de terror. Uno de los responsables de los triglicéridos en la sangre, es el azúcar. Y lo peor no termina aquí. A medida que el torrente sanguíneo y los depósitos de grasa se saturan, esta empieza a acumularse en el hígado y los órganos, promoviendo la obesidad.

  3. Cuidar nuestro microbiota. Existen dos principales mecanismos por los que la composición de la microbiota podría ser un promotor de la obesidad: por alteración de la homeostasis energética y por un aumento de la inflamación sistémica. Los alimentos vegetales y los productos fermentados vivos favorecen la microbiota para que funcione a nuestro favor. 👌🏽

  4. Evitar los aditivos y los contaminantes alimenticios. Los alimentos ultrapcrocesados tienen un sinnúmero de contaminantes como plásticos, saborizantes, colorantes y demás. Algunas de estas sustancias, conocidas como interruptores endocrinos, interfieren con nuestras hormonas. Su continua exposición puede contribuir al desarrollo de la obesidad alterando el metabolismo y los controles del apetito.

  5. Movernos más y ejercitarnos para mantener la masa muscular, nuestra fuente de la juventud.

Tenemos bastante por hacer. Nuestros gobiernos, mucho más.