Sí, y no tan solo eso. Beber demasiada agua puede llevarte a desarrollar una hiponatremia. Una intoxicación por agua en la cual los niveles de sodio en sangre son anormalmente bajos.

Claro, llegar a esto tampoco es tan sencillo. En condiciones normales, el cuerpo mantiene un equilibrio de líquidos. El problema está cuando ignoramos las señales.

Hoy día hay muchas personas que no se separan de su botella de agua ni para ir al baño. ¿Verdad?

Pues si es tu caso, y te pasa que tienes la sensación de que se te cierra la garganta y te cuesta más esfuerzo tragar un sorbo de agua, probablemente sea por una inhibición del reflejo de deglución. Tu cerebro dando las órdenes necesarias.

Pero lo cierto es que, presentar una hiponatremia mientras trabajamos frente a la computadora, es muy raro. Las interrupciones para ir al baño nos servirán como alerta. Cosa que no sucede con los atletas que, mientras practican ejercicio intenso, sus riñones no pueden excretar el exceso de agua.

¿Y qué sucede? A medida que la persona continúa bebiendo, el agua se cuela dentro de las células. Y una vez inundadas las células cerebrales, las funciones vitales como la respiración quedan en jaque.

¿Cómo se previene esto en el deporte?

  1. Conoce tu tasa de sudoración y planifica tu ingesta de líquidos durante un entrenamiento. Puedes pesarte antes y después de una sesión larga. Si bajas >3% de tu peso, estás al borde de la deshidratación y te conviene aumentar la ingesta. Pero si subes de peso, es probable que estés bebiendo demasiados líquidos.
  2. Si paras, no bebas. Beber en movimiento te asegura de que no haya excesos.
  3. Cuando hagas deporte de larga duración, incorpora las bebidas isotónicas. Las mismas proporcionan los electrolitos que se pierden mediante el sudor y la respiración. Son determinantes en favorecer la absorción del agua, además de prevenir la hiponatremia.

Dicho esto, nada en exceso es bueno. Ni el agua. Y hay que entender que cada cuerpo es un mundo. Prestar atención a sus señales es fundamental. Para todo.