Ahórrate todo ese azúcar innecesario. ¡Dale!

Te cuento mi historia a ver si te animo. Hace 4 años que dejé de añadirle azúcar al café. 🙋🏻‍♂️ En concreto, me he ahorrado unos 2,080 gramos de azúcar. Un montón, pero no solo eso: he reeducado mis papilas gustativas. Eso es lo verdaderamente grandioso.

Fue un proceso que intenté mucho antes, pero fallé. En el primer intento, aún estudiante de nutrición, me importaban mucho las calorías y, bajo ese concepto, me dejé llevar por la absurda idea de sustituir el azúcar por edulcorantes artificiales. Estos edulcorantes y su sabor tan dulce me hicieron apetecer más azúcares, y aquel azúcar calórico que dejé de añadir en el café terminaba apareciendo en meriendas de 100-calorie packs y otras tonterías. ¡Prohibido olvidar! 🙄

Cuento largo, corto… un día me hice consciente de toda la porquería que estaba consumiendo y tomé acción. ¿Cómo lo hice? Con un método sencillo y decisivo: en los días siguientes eliminé el edulcorante y me propuse beber el café solo. Lo tomé como un experimento para conocer bien su sabor. Pensé que sería un enorme esfuerzo; sin embargo, para mi sorpresa, me acostumbré a su sabor amargo y aprendí a disfrutarlo. No fue de un día para otro: me aseguré de usar café de buena calidad, prepararlo bien, no quemarlo, hasta que lo logré.

Un enfoque más gradual y atractivo hubiera sido reducir poco a poco la cantidad de edulcorante o azúcar, pero eso requeriría una atención constante a la deshabituación del sabor dulce: ¿cuánto le añado hoy? ¿cuánto la próxima semana? No tenía deseos de lidiar con eso.

En menos de una semana me deshice de un hábito insano. Aunque usualmente abogo por los cambios graduales, las soluciones rápidas también funcionan bien cuando hablamos de autorregulación.

El café es, después del agua, la bebida más consumida en el mundo. Se considera saludable, pues contiene varias sustancias que contribuyen a la salud. Sin embargo, al añadirle azúcar deja de serlo. El azúcar, en todas sus formas, es insano y su consumo regular está relacionado con el riesgo de desarrollar diferentes condiciones crónicas de salud. Lo ideal es no tomar más de 25 gramos de azúcar al día. Si bebes dos cafés diarios con una cucharada de azúcar en cada uno, ya te excedes. Así de fácil.

La alimentación es el hábito que más influye en nuestra salud. Es un proceso voluntario, consciente y educable. En tiempos en que nos encanta hablar de libertad en todo el sentido de la palabra, ¿no crees que quizá vale la pena liberarse de algo nocivo para la salud, cuando lo que nos detiene probablemente sea solo un pensamiento limitante?

¿Te atreves?