¿Quién lleva toda la vida luchando con el peso? Yo soy una y te cuento el lado positivo.
Existen diferentes tipos de cuerpo: los delgados, los gruesos y los musculosos. Esto viene definido por los genes, como el que es más narizón o los que tenemos la cara alargada.
Estas particularidades en los cuerpos tienen que ver con el somatotipo.
Cada uno de ellos tiene ciertas características que conviene conocer para comprender por qué para algunos perder peso es tan fácil y en cambio para otros eliminar la adiposidad acumulada es un eterno calvario.
Los tres somatotipos son:
Endomorfo. Es normalmente grueso y tiene tendencia al sobrepeso y a acumular grasa.
Ectomorfo. Tiene un metabolismo acelerado, es delgado, con extremidades largas, y no gana músculo con facilidad.
Mesomorfo. Tiene un porte atlético y grandes pectorales, pero no es el cuerpo grueso del endomorfo.
Claro está, siempre hay algo que se puede hacer. Para los atletas y las personas que quieren perder peso puede ser muy interesante conocer su somatotipo y así trabajar arduamente contra viento y marea para lograr ciertos cambios. Es decir, estos tres tipos de cuerpo pueden ser modificados al provocar cambios en la composición corporal. Por ejemplo, al hacer un plan de alimentación con restricción calórica, el endomorfo que pierde grasa corporal puede acercarse más al cuerpo de un mesomorfo, al igual que cuando un ectomorfo adopta un régimen de entrenamiento físico para la hipertrofia puede aumentar su componente mesomorfo.
Y, por otra parte, el somatotipo ayuda a detectar detecta por medio de su análisis los posibles talentos deportivos. En igualdad de condiciones del entrenamiento físico, hay quienes poseen unas características anatómicas más favorables para practicar cierto deporte en específico. El somatotipo de un jugador de baloncesto de las grandes ligas es muy diferente al de uno en la equitación.
Bueno, pues yo ni para el ciclismo ni para el maratón tengo ventajas. Así confirmado por las mediciones antropométricas y por el ojo de una profesora que explicó el tema usándome de ejemplo, yo soy una endomorfo-mesomorfo. Es decir, acumulo grasa con facilidad y, cuando entreno, gano buen músculo. Clara evidencia son mis brazos.
Y pues, sabiendo esto, los medio endomorfos hacemos las paces con que llevar los abdominales marcados no nos tocó en esta vida. Y también con que, si comemos en exceso, la pesa no perdona y, por más ejercicios que hagamos, la ganancia en grasa triunfará.
Entonces, ¿cuál es el lado positivo? Los endomorfos llevamos toda la vida luchando por no ganar peso. Pero, bien pensado, quizás esto, por lo contrario, es beneficioso. ¿Por qué? Porque, para no engordar, desde mis 15 años he tenido que hacer ejercicio, y mucho, y cuidar mi alimentación. Y bueno, aparte de eso, me hice experta en el tema. Parece duro, pero si haces este esfuerzo de manera continua se convierte en un hábito. Y, por otra parte, el metabolismo funciona bien y se ralentiza el envejecimiento.
Sin embargo, los delgados más afortunados probablemente han prestado poca atención al ejercicio y a lo que comen. Ahí radica su desdicha. Porque, a medida que envejecen, pierden músculo y ganan grasa, tienen que aprender a gestionarlo, mientras otros somos expertos. Lo dijo Murakami: “Cuanto más fácil le resulte a uno ver su piloto rojo encendido avisando de avería, mejor.”
Buscar qué hay de bueno en las pequeñas desdichas es un modo de pensar y queda en el criterio de cada uno, ¿no?
Bueno, entonces, ¡los endomorfos entrenamos hoy! Y los ectomorfos, ¿qué?, ¿se animan?
La autora es nutricionista, dietista, educadora en diabetes y fisiología del ejercicio.
febrero 9 2021, Es Mental