Con una porción, ya duplicamos la cantidad de ácidos grasos omega-3 recomendados al día.

¿Enlatadas? Por supuesto. Siempre que estén en aceite de oliva y con bajo contenido de sal, los beneficios para la salud son aún mayores. Al conservarlas, las espinas se degradan y el calcio que contienen se mezcla en la carne, aumentando su biodisponibilidad. Y además, aporta otros tantos nutrientes: fósforo, hierro, selenio, magnesio y vitamina D.

Es uno de esos alimentos que podemos tener como “resuelve” en casa. Es económico y puede incorporarse en muchos platos siendo una forma fácil de introducir más pescado en nuestra alimentación.

¿Cómo comerlas?

  • Ensalada de papa con cebolla y sardinas
  • Ensalada de habichuelas blancas con sardinas y aguacate
  • Ensalada de sardinas con tomate y huevo hervido
  • En una pasta con vegetales
  • En un sándwich con lechuga y un paté de aceitunas
  • ¡En la pizza!

Algunos consejos en relación con el consumo de pescados enlatados:

  • una vez abierta la lata, guarda lo que sobre en la nevera en un envase de cristal
  • las latas deben almacenarse en lugares frescos, secos y sin luz directa
  • utilízalas en modo FIFO: :”First in-first out".
  • no compres con abolladuras y descártalas si tienen señales de oxidación.

una vez abierta la lata, guarda lo que sobre en la nevera en un envase de cristal.

¿Cómo es su contenido de mercurio? Bajo. Las sardinas están en la base de la cadena alimentaria y a diferencia de peces más grandes, su concentración de mercurio es muy baja. Al ser pequeñas y de corta vida no almacenan este metal.

¿Alguien por aquí que las coma? ¿Quién se anima?

 

Las sardinas, un pequeño tesoro