Esta primavera visité la Isla Esmeralda, y por supuesto el ciclismo estaba involucrado. Fui con mi amiga Mireia desde Barcelona a Tralee en el suroeste de Irlanda para participar en la séptima edición de la marcha cicloturista, SRAC Atlantic Challenge.
Llegamos al aeropuerto del condado de Kerry desde Barcelona, haciendo escala en Londres y luego tomamos un bus hacia su capital, Tralee “Tra lí” (así cómo se escribe en el gaélico irlandés moderno) es un bonito pequeño pueblo costero con su propia bahía. Los pubs con música en vivo están por doquier y para ambientarnos en cuanto llegamos nos dirigimos a tomarnos una espumosa Guinness.
Al día siguiente fuimos en bus a Killarney, otro pueblo del condado de Kerry donde rentamos nuestras bicicletas y aprendimos a pedalear por el carril izquierdo de la carretera. Nada muy complicado hasta que llegas a las rotondas y necesitas toda la concentración posible para adelantarlas sin causar un caos y sin delatar tu sentido de pánico. Bajo un cielo claro y un clima muy agradable pedaleamos 35 kilómetros hasta llegar a nuestro hotel. En la tarde fuimos a inscribirnos al evento, recoger los números de participantes, familiarizarnos con el ambiente de ciclistas y cenar.
El sábado a las 9 aproximadamente 1,500 ciclistas salimos de Tralee rumbo a la Península de Dingle para hacer dos eventos: uno de 100 kms y otra un poco más largo de 135 kms. El cielo no estaba tan claro como el día anterior y la temperatura había bajado un par de grados. Salimos hacia el pueblo de Camp antes de llegar al puerto importante, el Conor Pass de aproximadamente 5km con una media de elevación del 7%. Esta puerto de montaña es el punto más elevado del país y lo recorrimos por la estrecha carretera de un solo carril. A un lado tiene un muro de piedra con un salpicado de vegetación verde y del otro lado hay un barranco con una impresionante vista a un amplio valle con lagos circulares, remanentes de lo que hace siglos fueron glaciares irlandeses. La subida fue llevadera y pude conversar con algunos ciclistas locales de la región que tenían curiosidad por conocer de dónde éramos las hispanohablantes: una boricua y una catalana. Me disfruté mucho el paisaje panorámico de este puerto, sin embargo creo que lo supera en mi memoria que vi una oveja bebé tirada lesionada en la carretera y no entendí el porqué hasta que me contaron que se cayó de aproximadamente 50 pies de alto frente a uno de los ciclistas uffff, ¡vaya suerte del irlandés! 🍀
El descenso fue de 7 kms con algunos extremos bastante cerrados hasta el poblado de Dingle en el centro del Gaeltacht (zonas de habla mayoritariamente gaélica) con serpenteantes caminos rurales donde el verde intenso de las praderas se funde con el color del Mar Atlántico. Me hubiera encantado tomarme una pausa para visitar alguno de los acogedores pubs/restaurantes con tejado de paja, ya regresaré…
A las 3:30 de la tarde llegamos a Tralee con 136 kms y 1,500m de desnivel acumulado. El regreso fue duro porque el viento ahí sí sopla de verdad. Afortunadamente los irlandeses son muy simpáticos y cada vez que pasaba un pelotón te invitaban a “montarte” a seguir alguna rueda. Uff, ojo!!! que vienen por la derecha.
El domingo fuimos a hacer un coffee ride con un amistoso grupo de ciclistas “Chain Gang Cycing Club” de Kerry y tuvimos un “whale of time” (expresión irlandesa para pasarlo bien).
Me gusto mucho conocer esta Irlanda rural, el espíritu tan alegre de los irlandeses y apreciar la fuerza salvaje del Océano Atlántico desde otra isla en otro extremo.