Sus comienzos en la bici fueron coloridos. Comenzó para el 2011 cuando la moda y fibre de las bicicletas de piñón fijo o ‘fixie’ llegó al isla. “Comencé en los bicijangueo. Mi bicicleta era colorida y me encantaba mezclar la vida social con los ejercicios. Fue ahí donde comenzó mi amor por correr bici; cambié la disciplina del jogging por correr bicicleta de manera aventurera”.

Carla, mejor conocida como Carlyza, es nutricionista y lleva 10 años de práctica privada. Su negocio es Carla Mi Nutricionista y probablemente has oído hablar de su programa de nutrición ‘Mi nutrición a la semana’, un programa que te permite llevar un balance y disfrutar todos los días. Además hace poco lanzó la innovadora página carlaminutricionista.com desde donde atiende sus clientes, hace evaluaciones, entre otros servicios.

Recientemente se mudó a la ciudad de Barcelona, donde realiza una maestría en Nutrición Deportiva, y otros cursos en ‘coaching’ y PNL. “En el verano 2015 vine a Barcelona y tomé un primer curso en ‘Coaching’. Luego de esto tuve un ‘reality check’ y decidí darle pausa a lo que estaba haciendo y darme la oportunidad de estudiar fuera de mi país, cosa que no hice durante mi formación académica y experimentar otro estilo de vida. Me sentía muy atraída por Barcelona y tanto el plan de continuar mis estudios como mi pasión por el ciclismo encajaban perfectamente en esta ciudad. Acá hay rutas maravillosas, montañas, mar… me sedujo mucho esta ciudad”, comenta en conversación telefónica.

Fronteras sin pasaporte

Fue por unas fotos que Carla compartió, con las quedé fascinada. La libertad en esta ocasión iba en dos ruedas cruzando fronteras. Antes de comenzar con sus estudios de lleno, decidió dar un paseo. ¡Y qué paseo!

“Teníamos 17 días para recorrer y la meta era llegar a Alemania, pero esta vez solo llegamos a Italia. Salimos de Barcelona mi amigo Kike y yo. La primera parada fue en Girona. Ese no era el plan, pero la fuerte lluvia nos detuvo y correr bajo ese frío no era opción. De Girona salimos a cruzar la frontera a Francia por La Jonquera. ¡Qué vientos! No había manera de avanzar y entre el paso de camiones y autos que te hacen tambalear es un esfuerzo más que físico, mental. El segundo día ya estábamos en Francia y recorrimos varios pueblos y ciudades; Sigean, Montpellier, Arles, Noves, atravesando hermosos campos de lavanda y manzanares. Luego llegamos a Bedoin y completamos dos puertos de primera categoría; Mont Ventoux y las 21 herraduras de la épica Alpe d’ Huez. Nada más alucinante para un apasionado del ciclismo que pasar por estas rutas leyendo los nombres de grandes ciclistas y repetirte una y otra vez ¡Allez Allez!”.

“Me vuela la cabeza como de una montaña a otra, ya estás en otro país, con otro idioma y sin sacar el pasaporte. Cuando llegas, en algunas fronteras no hay nada, sólo una bandera y ya. Así mismo como llegamos a muchos pueblos fantasmas donde no encontrábamos nada, ni lugares para comer. Fue así como cruzamos desde Briancon dejando Francia atrás y entrando a Italia por Oulx. Esta llegada fue celebrativa pues estábamos muy deseosos de tener buena comida en la mesa. Y efectivamente, la experiencia gastronómica en Italia es otra cosa. Tan solo encontrarnos con un gordito buena gente en la calle y decir ‘mangiare’ para que nos dirigiera al mejor banquete del viaje. Italia con sus saciantes pastas, frescos vegetales y deleitables gelattos es anillo al dedo en una aventura sobre ruedas. Y fue así como completamos el viaje en Italia, recorriendo; la rica ciudad de Torino, colinas y valles de la provincia de Alessandría, hasta llegar a la gran metrópolis Milán”.

Correr bicicleta además le da el espacio para estar con ella misma, en una meditación activa. “Es mi espacio aunque voy acompañada. Bregas con muchas cosas en tu mente y también aprendes a estar en el presente; observar la pendiente de la montaña que subes, sentir el viento, su dirección, tener cautela con los animales, comunicarte con tus compañeros, trabajar en equipo y desde luego, saber mirar al infinito”.

Para lograr hacer esta hazaña, se necesita mucho entrenamiento, buen descanso y buena alimentación. Nada que Carla no conozca. Lograron hacer 1,200 km. -770 millas- con mucho desnivel, pero a la vez, mucha satisfacción.

“Yo me creo lo que presento como nutricionista y lo llevo a cabo. Es cuestión de balance, y yo creo mucho en el balance. Cuando comprometo uno u otro, el rendimiento no se da igual. Es por esto que la disciplina y el entrenamiento son parte fundamental; te hacen perder el miedo y llegar a la seguridad mental. La seguridad mental es lo principal y andar con personas de confianza” afirma.

Y como dicen que “una imagen vale más que mil palabras”, aquí un recorrido visual de esta aventura sobre ruedas. Amo ver como la libertad tiene muchos rostros y se pasea en avión, en bici y hasta a pie. Solo se necesita un deseo genuino en el corazón y unos cuantos ahorros. ¡Vámonos!