Que “disque” champiñones no y que la zanahoria con moderación.

Esto es lo que me dicen algunos pacientes en consulta. Desde que recibieron los resultados de la prueba, han decidido eliminar 15 o 20 alimentos diferentes, y es muy difícil hacerles entender por qué no merece la pena prestarles atención.

Los tests de intolerancia o sensibilidad a los alimentos no tienen respaldo científico y están desaconsejados por sociedades médicas como la Sociedad Canadiense de Alergia e Inmunología Clínica y la Academia Estadounidense de Alergia, Asma e Inmunología.

Se realizan en cuestión de minutos con la promesa de solucionar rápidamente problemas digestivos, migrañas o pérdida de peso de forma milagrosa. Sin embargo, su fiabilidad es cuestionable y su uso puede conducir a dietas perjudiciales para la salud.

A diferencia de las alergias, que desencadenan una respuesta inmunitaria, las intolerancias generan malestar digestivo sin poner en peligro la vida. Estas pruebas miden anticuerpos IgG, pero su utilidad es cuestionada ya que no se ha probado científicamente que sean indicativos de intolerancia alimentaria genuina, lo que puede llevar a diagnósticos erróneos y cambios dietéticos innecesarios.

A pesar de la falta de eficacia demostrada, estas pruebas siguen vendiéndose debido a la búsqueda de soluciones rápidas para mejorar la salud y la tendencia humana a creer en soluciones mágicas. Además, la regulación legal no siempre es suficiente para proteger a los consumidores de la comercialización de productos que carecen de respaldo científico, lo que deja abierta la puerta a prácticas engañosas en el mercado.

Por otra parte, hay que considerar el gasto que conllevan. El costo de las pruebas de sensibilidad alimentaria generalmente no está cubierto por los seguros médicos y puede oscilar entre menos de $200 y $600.

Entonces, si una prueba de sensibilidad alimentaria no funciona, ¿qué debes hacer?

Si los síntomas digestivos están interfiriendo con tu vida diaria, vale la pena visitar a tu médico para investigar la causa, que puede o no estar relacionada con los alimentos. Hay muchas razones por las cuales se puede tener dolor abdominal, desde un cáncer, un problema de estreñimiento crónico, hasta un abuso de alimentos picantes y ultraprocesados.

Si has descartado otras posibles causas y una intolerancia alimentaria parece ser una pista real, entonces vale la pena trabajar en esas modificaciones dietarias junto a tu dietista. Trabajar en la reeducación alimentaria es un proceso que revela mucha información sobre nuestros hábitos y permite hacer cambios inteligentes y sostenibles en el tiempo.

Por último, es importante destacar que la mayoría de los trastornos alimentarios empiezan con una dieta restrictiva.

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